lunes, 14 de mayo de 2007

DARNOS CUENTA CON LOS SENTIDOS VISUALES, AUDITIVOS Y TACTILES DE LO PERCIBIDO.

La naturaleza se parece un poco a ti,
Porque tiene una rara y majestuosa realeza
Que es inconfundible por su admirable belleza

Pues siempre cautivo
Quedará en su presencia,
Al sentir que ante ella
El corazón se embelesa

Inicio con este pensamiento que escribí cuando cruzaba la pubertad, en donde de manera tal vez casual, tuve un atisbo de lo que Eckhart Tolle[1] menciona respecto a lo que los maestros del Zen utilizan al definir la palabra satori para significar un “relámpago de comprensión” (un momento no-mente) y de presencia total y que da a probar a quien lo percibe, un momento de iluminación. Tolle asegura que “Se necesita presencia para ser consciente de la belleza, la majestad, la sacralidad de la naturaleza. ¿Alguna vez ha contemplado la infinitud del espacio en una noche clara, sobrecogido por su absoluta quietud y su vastedad inconcebible? ¿Alguna vez ha escuchado, escuchado verdaderamente, el sonido de una quebrada en el bosque? ¿O el canto de un mirlo en un tranquilo atardecer de verano?”.

El autor asegura que para ser conscientes de ello, debemos aquietar la mente, libre de preocupaciones, del tiempo futuro o pasado y de todo conocimiento, pues de lo contrario “usted verá sin ver, oirá sin oir. Más allá de la belleza de las formas externas, hay algo más ahí: algo innombrable, algo inefable, una esencia profunda, interior, santa. Siempre y donde quiera que haya belleza, esta esencia interior resplandece de alguna manera. Sólo se le revela cuando usted está presente. ¿Podría ser que esa esencia innombrable y su presencia fueran una y la misma cosa? ¿Podría estar allá sin su presencia? Profundice en ello. Descúbralo por su cuenta”.

Esto me trae a colación una vivencia de hace unos 18 años, cuando comiendo un pedazo de zanahoria, mientras alguien me hablaba y yo le contestaba, en ese momento me ahogué y sentí que ese diminuto obstáculo entre mi laringe y los pulmones tapaba su conducto natural, impidiéndome respirar. A partir de entonces, las escenas se dieron en slow motion, pues pude percatarme de que el tiempo dejó de tomar importancia y ví cómo mi hermana me palmeaba la espalda y pecho, a la par que se desesperaba y gritaba a todos en casa para que corrieran a auxiliarnos. Llegó mamá empapada (salió de la regadera muy angustiada) también golpeteándome la espalda. Mientras, yo empezaba a hacer ruidos graves, más bien, estertores, y aún así, no me desesperé, y tuve la lucidez de recordar —pues recién había leído un artículo de la maniobra de primeros auxilios para ahogamiento— que sólo tiene un minuto el cerebro para sobrevivir sin oxígeno. Y ya habían pasado más de medio minuto, y gracias a Dios, siempre guardé la calma.

Para ser más descriptiva, podría decir que tuve la sensación de estar viviendo esos momentos como cuando uno está debajo del agua y el cuerpo se vuelve ligero y los sonidos adquieren una dimensión acústica interna. Finalmente, llegó Tom, mi hermano mayor —es médico— y me aplicó la técnica de atragantamiento del Abrazo Salva Vidas (llamada Maniobra de Heimlich, que se aplica a adultos, niños y bebés tanto en estado consciente e inconsciente). Gracias a su intervención, bastó que se colocara detrás de mí y haciendo con sus puños presión a la altura de mi esternón, literalmente “fuelló” mis pulmones y sentí cómo salía proyectado el pedazo de vegetal a través de mi boca. He de confesar que a medida que los otros hacían sus movimientos más rápidos y se angustiaban más, yo, pese a saber del peligro que corría, nunca sentí temor ni perdí la calma. De hecho tuve una sensación intensa de esa presencia que menciona Tolle.

Volviendo con nuestro autor, más adelante dice algo revelador, que cuanto más amplia es la brecha entre percepción y pensamiento “más profundidad tiene usted como ser humano, es decir, más consciente es”. Muchos son los que al no estar quietos, presentes, no son conscientes de la esencia de por ejemplo una flor, de su santidad, no se conocen a sí mismos, e ignoran lo propio en ellos. Incluso las mismas bellas artes (mayores y menores) están privadas de belleza, de esencia interior salvo excepciones. Los artistas no pueden librarse de sus mentes y no están en el lugar donde la verdadera creatividad y belleza surgen. “La mente abandonada a sí misma crea monstruosidades, y no sólo en las galerías de arte. Miren nuestros paisajes urbanos y nuestros desiertos industriales. Ninguna civilización ha producido tanta fealdad”.

Recapitulando, en esta semana de ejercicio específico, traté de realizar esta tarea así como en las anteriores semanas y me percato de que mis percepciones visuales, auditivas y táctiles son algunas veces más agudas o más reveladoras y que, el tipo de contacto que realizo es de alguna manera sincrónica con algunas palabras claves que se dicen o que leo y que me dan un tipo de contacto ó acercamiento que jamás experimenté de esta manera. De algún modo, creo que existen canales sensoriales que nos permiten establecer este tipo de comunicación interpersonal y que es tan compleja como sencilla al mismo tiempo, es decir, como del tipo de fenómenos paranormales como el de la telepatía ó telekinesis, o sea, como la que dicen los iniciados que realizan o los mismos nahuales. Y a propósito del tiempo, puede establecerse dicha sincronía de manera a posteriori como a priori, jugando con éste factor.

De lo anterior, me atrevo a decir que la mayoría de las personas hemos tenido experiencias extra sensoriales. La ciencia actual, está haciendo esfuerzos por comprender fenómenos de esta naturaleza que anteriormente estaban delimitados a la metafísica o paranormal. Al parecer, los estudios que se hacen con los TAC, o radiografías del cerebro humano cuando está agonizando o en estados alterados o de trance místico, arrojan nuevas luces que tal vez expliquen lo que de manera sencilla muchos místicos y profetas desde tiempos remotos nos advertían: Dios es luz (energía) y estamos creados de su misma naturaleza y hacia Él o esa fuente primaria volvemos. Y ése, estimado lector, es un misterio que hasta el último párrafo del capítulo final de nuestra obra personal se nos develará.
[1] En el apartado “En la quietud de su presencia surge la belleza”, del capítulo cinco del libro El Poder del Ahora, un camino hacia la realización espiritual. Ed. Norma. Pp. 90 y 91.

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