martes, 12 de junio de 2007

Ubicar lo más valioso que tenga pero explicando cómo desaferrarme de él (checar lo impermanente, relación causal y designado)


Consideré hasta hace poco como algo valioso a una amistad que me parecía sincera y, ha decir verdad, tuvo toda mi confianza. Sin embargo, viendo las cosas a distancia, veo que las personas más que fallarnos a nosotras mismas, yerran pero consigo mismas, al perder credibilidad en su modo de actuar o sentir, es decir, siendo incongruentes. De esta manera, vì como poco a poco por más que quisiera justificar su conducta, su falta de sinceridad, abuso y volubilidad, produjeron que esta situación fuera la causa de mi desapego (desaferramiento), aunado a que esta situación se hizo la misma razón de mi alejamiento hacia esta amistad. Curiosamente, el objeto designado que llamé amistad, él mismo me demostró que no le importaba, ya que en más de una ocasión, me comprobó que no le interesaba ni le daba el valor que yo le di. Por lo que, dicha amistad me hizo pensar una vez más en la frase de Nietzsche: “Lo malo de que me hayas mentido, no es que me hayas engañado (aunque esto también me haya dolido y no haya sido correcto), sino que de ahora en adelante ya no podré volver a creer en ti”.
Y aunque suene paradójico, no le guardo rencor ni resentimiento, pues al contrario, agradezco a este ser que me enseñó aspectos positivos que de mí ignoraba, y de los cuales pude hacer una buena resilencia (sacar lo mejor de lo peor). Por lo anterior, esto me hace reflexionar que el autoengaño, también es parte de la imagen que yo me hice de él y que probablemente, yo proyecté en su persona las cosas positivas que hubiera querido que tuviera y que en realidad me pertenecen o forman parte de mi forma de ser.

2 comentarios:

Celia dijo...

Hola Griss!!

ya te había escrito un comentario

pero que crees no se podia publicar hasta que me registrara, ya me registre, pero se borro lo que ya habìa escrito asi que ahora espera a que me vuelva la inspiración.....

Bertha Palomino Villavicencio dijo...

MI comentario al respecto es el siguiente:
Viendo a la distancia los engaños que sufrimos y tratando de sacar el máximo provecho de ellos, quiero decir que estos son experiencias que nos permiten crecer como adultos, nos hacen más fuertes, bueno si nos reponemos de ellos, nos templan y nos ayudan a poner los pies sobre la tierra, aunque son muy dolorosos y en ocasiones devastadores.
También los engaños permiten hacer una revisión de nuestra propia existencia, entendiendo qué para que haya un engañador tiene que haber por lo menos un engañado o engañada. Revisar en qué condiciones estábamos para este evento y si nuestro propio comportamiento lo propició, revisar el abanico de nuestras actitudes, nuestros silencios no oportunos, nuestras dificultades para poner límites y ser claros en lo que queremos y en lo oque no queremos. Así como nuestras inseguridades y miedos a no ser queridos y aceptados que en ocasiones nos llevan a ponernos vendas en los ojos ante lo evidente, para autoengañarnos con tal de retardar la decepción.

Una pregunta difícil y básica para los que hemos sufrido engaños tras engaños es:
¿Hasta donde hemos depositado en los otros características que nosotros queremos ver y la satisfacción de nuestras necesidades reconocidas o no?

Bueno, evidentemente para arribar a estas reflexiones hemos tenido que reparar nuestras heridas, indemnizar por un tiempo nuestros corazones, perdonar nuestros equívocos y darnos la oportunidad de volver a abrir los brazos sentir y exponernos ¡PERO SEGUIR VIV@S!