lunes, 9 de abril de 2007

CRÓNICA SOBRE NO TENER LA RAZÓN

Este fue un ejercicio difícil pero aleccionador de realizar esta semana, porque tuve que reconsiderar mi redacción, ya que argumenté en principio que: “si fue ardua esta tarea, no fue tanto por contravenir mi posición o defensa de mis planteamientos (lo que implica vencer al ego), sino porque cuando de parte de mis interlocutores se presentan actitudes, pensamientos, hechos y dichos que contradicen y desconfirman su actuación, se da la paradoja e incongruencia de su supuesto estado de consciencia de la realidad y ¡de plano!, es muy intrincado involucrar los sentimientos o juicios que la buena lógica nos marca lo equívoco de la situación (es esquizofrénico y cruel). A menos que haya una clara y directa comunicación que explique el porqué de sus actitudes (causas, condiciones y circunstancias), el receptor —en este caso yo— quedará en la inopia y sin explicación clara”.

“Por tanto, —añadí— me percato que habrán situaciones vitales en las que yo debo flexibilizar mi posición frente a los demás pero, cuando los individuos (—como algún compañero supo de mi ejercicio, trató de aprovecharse de que esta semana no tenía la razón—) actúan veleidosamente, no me quedan argumentos y sólo correspondo con la actitud que me caracteriza: me comporto según la misma gente me va marcando la pauta que quiere que la trate. Esto, más que darme o quitarme la razón, me permite ser equitativa tanto con los otros como conmigo misma”.

Bueno, esto pensado en primera instancia, porque claro, siempre existe una reconsideración ó contraparte para argumentar, por lo que después reflexioné que en el caso de contrariar a la lógica (racionalista o cartesiana), habría que pensar que precisamente el pensamiento post modernista sugiere que hay otras miradas desde distintos ángulos (diría el maestro, existen desde su propio lado) de los surgimientos dependientes de la mente. Por lo que, es todo un reto al ser humano ser consciente de estar monitoreando su mente para poder esforzarse en deconstruir la realidad y ver que es posible que haya otros argumentos, ideas o sentimientos válidos diferentes a los nuestros y que más allá de ellos, hay un estado o modelo de consciencia que dice que le hago imputaciones al otro o a los acontecimientos según mi propio deseo de proyectar en ellos mis deseos por verlos hacerse realidad.

El hecho es que caigo en la cuenta de que el deseo de controlar va desde mi propio deseo de manipular mis pensamientos, que quiero que echen a andar el mecanismo de mi voluntad para convertir dichos deseos en realidad y por consiguiente, si me frustro, hago rabieta (como lo hace un niño), pierdo en muchos aspectos; y no sólo ello, muchos no nos damos cuenta cabal de que no sólo este deseo de control es sobre nuestra vida sino que se dá sobre la de otros individuos que nos rodean. Lo que más me asusta o sobrecoge de esta forma de pensar, es que cuando maximizo esta idea, observo los grandes corporativos e instituciones comunicacionales que manipulan a diestra y siniestra al resto de la comunidad, quien no es consciente en absoluto de dicha faena. De este tema, ya se han hecho miles de escritos y no pretendo abundar.

Para concluir: la cuestión es que al conscientizar el no tener la razón en esta semana me fue difícil por una cuestión personal subjetiva por la que estoy atravesando (pero no estoy segura que tan desapegada estoy de mis antiguas argumentaciones en este caso concreto) y creo que precisamente por ello, fue muy enriquecedor hacerlo. Ahora entiendo por qué dice Eckart Toeller que esta compulsión por querer tener la razón ha llevado a la humanidad a la guerra y a tantas penurias. Liberarnos de esta obsesión, y al conocer cómo hacerlo (buscando la verdad de la consciencia en el ahora) como decía el profeta, nos hará libres.

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