lunes, 14 de mayo de 2007

COMENTARIO CRÍTICO DEL VIDEO “LA CORPORACIÓN”


(Documental de Mark Achbar, Jennifer Abbott y Joel Bakan)

La película analiza 6 capítulos: ¿Qué es la corporación?, Origen, Una persona legal, Externalizaciones; Historias de casos y la Patología del comercio.

Hace 150 años surge la corporación como una institución insignificante pero que hoy se ha expandido como sus homólogas: la iglesia, la monarquía y el partido comunista. El gran debate que se tiene al respecto de ella es la falta del control público en las grandes corporaciones. Es decir, la sociedad civil no nos cuestionamos sobre ellas ni las evaluamos o exigimos que asuman su responsabilidad social sobre los daños que ocasionan con su actividad de manera multifactorial al medio ambiente, nuestro estilo de vida netamente consumista y enajenante, entre otros aspectos. Dicho sea de paso, el presidente George Bush, menciona que el 95% de la comunidad de negocios declara sus activos y menciona que el resto son manzanas podridas. Este documental denuncia entre otras muchas cosas, que la corporación es una paradoja, ya que genera grandes riquezas pero causa grandes daños frecuentemente ocultos, por ejemplo, se dan cifras millonarias de las multas criminales que deben pagar las corporaciones por demandas en que se les ha sorprendido por algún ilícito y que ellas aceptan su culpabilidad (que van desde contaminación, fraude, etcétera) y que al parecer, en su rubro, supera con creces el porcentaje mencionado por Bush.

Se le hace ver a la gente que su vida se transforma con aparentes ventajas de confort de la vida moderna. Son monstruos artificiales que devoran ganancias a costa de quien sea (se muestran casos de trabajadores dominicanos que ganan por maquilar una camisa 3 centavos de salario, cuyo costo es de $14.99, o una chaqueta Liz Clairborne hecha en Salvador cuesta $178.00 de los cuales la obrera gana 74 centavos; son sobreexplotados bajo la presión del tiempo de producción en diezmilésimas de segundo (al final de 22 operaciones, le dan al obrero 6,6 minutos para hacer una camisa), cuyas manufacturas son vendidas en tiendas departamentales a un costo altísimo e inequitativo al salario del obrero que lo creó y encima, traen una etiqueta que señala que una parte de venta se usará para obras de caridad en el país fabricante). Obviamente, este altruismo es muy a su conveniencia y se escuchan las diferentes voces de investigadores sociales y ejecutivos que acusan y defienden su postura contra este objetivo de la corporación, la cual es una realidad: es la ciencia de la explotación. Y esto sucede en Bangladesh, China o cualquier país tercermundista.

Lo importante del caso es que el público al ser encuestado para dar su opinión sobre la “personalidad” de las marcas que se les menciona, generalmente dan calificativos simpáticos o agradables, connotando siempre aspectos positivos de la imagen del producto, ejemplo: General Electric anciano bondadoso que sabe contar cuentos; Nike, joven dinámico, Microsoft, agresivo, Mc Donald`s, joven, extrovertida y entusiasta. Pero tras esa fachada, se esconde el origen del mismo concepto que la acuñó, justo en la Primera Era Industrial (1712), con Thomas New Comen, quien inventó la bomba de vapor para achicar el agua de minas de carbón y sacar más mineral en vez de acarrear el agua en baldes. Con ello, se produjo más carbón por horas hombre (h/h) y este descubrimiento después se replicó en distintas manufacturas y productos: acero por h/h, textiles por h/h; chips por h/h, dispositivos por h/h, es decir, igual sistema con productos más sofisticados.

El profesor Noam Chomsky nos da una explicación de su proceder socialmente aceptado: dice que el rol dominante de la corporación en nuestra vida es un producto del siglo XIX, cuando originalmente eran asociaciones de gente autorizada por un Estado para realizar una función especifica como por ejemplo: la construcción de puentes. Mary Zepernick menciona que al principio tenían estipulaciones claras, como el tiempo en que podían operar el monto de su capital, ser responsables de sus actos, no podían tener otra corporación, en suma, tenían reglas claras. A decir de Richard Grossman (cofundador del Programa sobre Corporaciones, Ley y Democracia), legal y culturalmente, la corporación era una entidad subordinada que era un regalo de la gente (empresarios) para servir al pueblo. Esto se dijo sólo en teoría, ya que la historia nos da otros patrones de comportamiento. De hecho, los abogados corporativos al requerir más poder para operar, eliminaron cuanta restricción tuvieran y se ampararon a la sombra de la Enmienda Nº14, - al termino de la Guerra Civil en EUA- la cual otorgaba a la gente negra derechos como personas ya sea libertad de vida o propiedad(esclavitud). Así se asumió la corporación como persona y la Corte Suprema lo admitió, lo grotesco fue que entre 1890 y 1910 se presentaron a dicha corte 307 casos para esa enmienda, de los cuales 288 fueron de corporaciones y 19 de afroamericanos. Murieron 600 mil personas para obtener tales derechos que fueron usados para aplicarse al capitalismo y la propiedad, eliminándoselos a la gente.
Al preguntarnos qué clase de persona es la corporación, vemos que no tiene consciencia moral, pero sì se le reconoce como persona jurídica; el gobierno le autoriza operar como persona legal, no como un grupo de inversionistas, que sólo se benefician a sì mismos y no la sociedad o fuerza laboral.

Es significativa la reflexión de Robert Monks (Asesor del Gobierno Corporativo): “El problema de tener ciudadanos corporativos es que no son como nosotros. Decía Baron Thurlow; `No tienen alma que salvar, ni cuerpo que encarcelar`. ”. Y aquí yo hago un alto y me cuestiono: ¿La corporación es como la mente? Es decir, que crea surgimientos dependientes en base a necesidades o identidades inherentes a las que nos aferramos neuróticamente por sus bases de designación que le otorgan la publicidad con sus marcas y logotipos estereotipados que no son más que vacío, es decir, ¿están llenos de nada? Y sin embargo, nos afectan por estar también nosotros inmersos en este sistema al que la corporación contribuye a crear y fortalecer.
En este sentido, las corporaciones se deben lealtad (si cabe decir) a sì mismas, para crecer y generar ingresos. Al hacer esto tiende a ser más beneficioso al punto que otros paguen los platos rotos por su impacto social. Lo anterior, lo denominan los economistas “externalidad”, que es el efecto de una transacción entre 2 individuos y una tercera parte que no ha consentido ni ha jugado ningún papel en la realización de la transacción. Nuevamente, este término me obliga a cavilar sobre si la externalidad no es otra cosa que el Mundo Manifiesto que nos hace creer que la realidad es como la percibimos y tal vez no sea de esta manera (lo real no es real), como es el caso de la presencia militar de EUA en el medio oriente para “proteger” el petróleo. Según sus defensores, no hay maldad ni mala fe en las corporaciones, pues fueron diseñadas para eso, tal como un tiburón es una máquina para matar. Aquí se señala la inconsciencia de la corporación en todo su esplendor al decir: “la corporación tiene la presión de dar resultados y externalizar cualquier costo que el publico incauto le permita externalizar”.

Por otra parte, se presenta un “Diagnóstico de la personalidad” de la Organización Mundial de Salud, donde se determina que la corporación tiene los siguientes rasgos de personalidad: a. indiferencia hacia los sentimientos de los demás; b. incapacidad para mantener relaciones duraderas; c. indiferencia imprudente por la seguridad de otros; d. engaño: mentir para beneficiarse; e. incapacidad de sentir culpa; f. no acata normas sociales ni respeta conducta legal. El diagnóstico final para la corporación es de: psicópata prototìpico. Es decir, si la institución que nos caracteriza se creo con la imagen de un psicópata, ¿quién tiene la responsabilidad de sus acciones?

En conclusión, toda la película es una mega exposición del cuerpo del dolor que se genera por la inconsciencia (colectiva e individual) de la humanidad. Los visionarios de los últimos 25 años anuncian que todo soporte de vida terrestre está menguando y la biosfera constituida por otras 30 millones de especies también están decayendo. Esta conducta abusiva de las corporaciones y su legado (victimas Monsanto en EUA y Vietnam, daño a la biosfera, deforestaciones, emisiones de CO2, desechos nucleares, experimentos con el genoma humano, psicología industrial aplicada a la mercadotecnia como apoyo a los intereses lucrativos de los corporativos, etcétera) se le denomina tiranía intergeneracional, que es una forma de “pechar” sin representación un impuesto cobrado por nosotros a las generaciones futuras. “Eso no se hace”, parecen decir algunos pocos funcionarios conscientes de la situación. Después de todo, si se ha querido poner límites al agua, al espacio, el ADN, etcétera, la privatización no significa que estemos dándosela a una buena persona sino a una tiranía irresponsable, donde estemos dando un giro de regreso a la esclavitud, donde todo va a pertenecer a alguien, no bienes sino seres humanos (educación, salud pública, asistencia pública, pensiones, vivienda), así como la misma supervivencia del planeta: áreas comunes bajo control común (privatización de cada cm. 2 del planeta, bajo el pretexto de que alguien se interese en mantenerlo y cuidarlo). Lo importante es saber de qué lado de la realidad estamos, o mejor, con que clase de consciencia estamos tratando.

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